El Retorno de los Brujos Louis Pauwels y Jacques Bergier.
secoya, pasadme las páginas de los candiles gredosos, multiplicadme por mil; entonces podré
escribir con la amplitud que mi tema exige.»
Compone su primera obra, El libro de los Condenados, en el cual, dice, se expone «cierto número
de experimentos sobre la estructura del conocimiento». Esta obra apareció en Nueva York, en 1919,
y produjo una revolución en los medios intelectuales. Antes de las primeras manifestaciones del
dadaísmo y del surrealismo, Charles Hoy Fort introdujo en la Ciencia lo que Tzara, Bretón y sus
discípulos iban a introducir en las artes y en la literatura: la rotunda negativa a jugar al juego en que
todo el mundo hace trampa, la furiosa afirmación de que «hay otra cosa». Un enorme esfuerzo, tal
vez no para pensar lo real en su totalidad, sino para impedir que lo real sea pensado de un modo
falsamente coherente. Una ruptura esencial. «Soy un tábano que martiriza el cuero del conocimiento
para impedirle que se duerma.»
¿Qué es El libro de los Condenados? «Un ramo de oro para los flagelados por la crítica», declaró
John Winterich. «Una de las monstruosidades de la literatura», escribió Edmund Pearson. Para Ben
Hecht, «Charles Hoy Fort es un apóstol de la excepción y el sacerdote engañador de lo imposible».
Martin Gardner, sin embargo, reconoce que «estos sarcasmos están en armonía con las críticas más
admisibles de Einstein y de Russell». John W. Campbell asegura que «hay en esta obra, al menos,
los gérmenes de seis ciencias nuevas». «Leer a Charles Hoy Fort es cabalgar en un cometa»,
confiesa Maynard Shipley, y Théodore Dreiser ve en él «la más grande figura literaria desde Edgar
Poe».
El libro de los Condenados no fue publicado en Francia
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hasta 1955, y ello gracias a mis
gestiones, que no fueron, por otra parte, demasiado diligentes. A despecho de las excelentes
traducciones y presentaciones de Robert Benayoun y de un mensaje de Tiffany Thayer, que preside
en los Estados Unidos la sociedad de Amigos de Charles Hoy Fort
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, esta obra extraordinaria pasó
casi inadvertida. Bergier y yo nos consolamos de la desgracia de uno de nuestros más queridos
maestros, pensando que éste, en lo más profundo del supermar de los Sargazos celeste, donde sin
duda mora, disfrutaría con este clamor del silencio que sube hacia él desde el país de Descartes.
Nuestro antiguo coleccionista de mariposas sentía horror por lo fijo, lo clasificado, lo definido.
La Ciencia aísla los fenómenos y las cosas para observarlos. La gran idea de Charles Hoy Fort es
que nada es aislable. Toda cosa aislada deja de existir.
Una mariposa liba en un clavel: es la mariposa más el jugo del clavel; es un clavel menos el
apetito de la mariposa. Toda definición de una cosa en sí es un atentado contra la realidad. «Entre
las tribus llamadas salvajes, se rodea de respetuosos cuidados a los simples de espíritu.
Generalmente, se tiene la debilidad de espíritu. Todos los sabios empiezan sus trabajos con esta
clase de definiciones, y en nuestras tribunas, se rodea a los sabios de atenciones respetuosas.»
He aquí que Charles Hoy Fort, amante de lo insólito, escriba de los milagros, empeñado en una
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