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RLC (2015-07-29) El PP en Cataluña. Cementerio Nuclear

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Descripción de RLC (2015-07-29) El PP en Cataluña. Cementerio Nuclear

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Premio internacional a la imparcialidad y pluralidad, eso es lo que os mereceis.

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Giuseppe Pinelli

"Soy amigo de Platón,pero aún soy más amigo de la verdad". Aristóteles

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Personalidades de la Junta: «Salvo dos o tres excepciones, las personalidades de la Junta se retiraron de la política tan pronto como se produjo la traición del PSOE y del PC a los compromisos firmados de abrir un período de libertad constituyente sobre la forma de Estado y de Gobierno. Este alejamiento de la mediocridad oligárquica, que sustituyó a la mediocridad dictatorial, prueba la nobleza de intenciones, y la superioridad de conciencia, de los independientes que dieron sus almas a las Juntas, por pasión de libertad y sentimiento del deber ciudadano. Entre ellos recuerdo con emoción y gratitud a talentos ya fallecidos, como Alfonso Cossío y Manuel Brosseta; a figuras del arte, como Cristóbal Halffter y Carmelo Bernaola; a abogados, como Emilio Atard (Valencia), Emilio Gastón (Aragón) o Fernando García Agudín (Galicia); a economistas, como José Ramón Tamames (actuó en la Junta de Madrid por mi designación directa); a médicos como Manuel Mora (Baleares) y Castilla del Pino; a arquitectos como Ramón Fernández Rañada (Asturias) y Lamela; a empresarios como Javier Vidal (Huarte) y Carlos Ibarra; a catedráticos como Pedro de Vega y Gustavo Villapalos; a editores y periodistas, como Ramón Akal y Mario Rodríguez Aragón; a sociólogos como Mario Gaviria y José Vidal Beneyto. Por su inteligencia, su cultura, su capacidad y su conocimiento del mundo internacional, hice responsable a Vidal Beneyto de la política exterior de la Junta. Su gestión la llevó más allá de lo previsible.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (y 6)», La Razón, Madrid, 31 agosto 2000.)

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Preparativos de la Junta Democrática de España (IV) «Era tan segura y desprendida de pequeñeces mi amistad con Rafael Calvo Serer, que para ponerlo en contacto con Santiago Carrillo, contrariando la inclinación de su prejuicio religioso, le preparé una “encerrona”. Yo acababa de regresar al Hotel Lotti, tras la entrevista con Carrillo donde me pidió que le presentara a Rafael Calvo. Este me esperaba para cenar. Le dije que había invitado a una personalidad del exilio para que cenara con nosotros. Ya antes le había presentado a José Martínez, de Ruedo Ibérico. Y creyó que, esta vez, se trataría de algún miembro del gobierno republicano. Estaba sentado en un sofá de espaldas a la puerta del salón. Llevábamos media hora conversando cuando, sin mediar palabra, me levanté para recibir al invitado que iba a nuestro encuentro. “Rafael, te presento a Santiago Carrillo.” Lo saludó con una seriedad contraída que delataba, pese a su experiencia mundana, una rara mezcla de interés y contrariedad. La simpatía de Santiago y mis bromas sobre el demonio le relajaron. Enseguida estábamos en el acogedor restaurante del hotel celebrando nuestro agradable encuentro con champán. Hablaron a sus anchas. Y luego se integraron en la incipiente unidad de la oposición.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (4)», La Razón, Madrid, 24 agosto 2000.)

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Preparativos de la Junta Democrática de España (III) «Conseguido el acuerdo de José María Lasarte y Josep Andreu, llamé por teléfono a Valentín Paz Andrade. Una de las figuras de más prestigio en Galicia. Me pidió incorporarse conmigo en el grupo de personas independientes y prometió gestionar la entrada de los partidos gallegos en el organismo unitario. La transición no ha hecho justicia a la memoria de esta gran personalidad cultural del galleguismo. Lo conocí por sus vinculaciones profesionales con la empresa Pescanova. Y al primer instante comprendí que era una persona fuera de lo corriente. A su sensibilidad literaria, poco común en la política, unía un talento especial para captar el sentido de los nuevos sentimientos regionalistas, que surgían como reacción a la desigualdad y desequilibrio en el desarrollo económico impulsado por el centralismo político. Nunca olvidaré su menuda figura llena de distinción, humanismo y perspicacia. Sus agudos análisis me ayudaron a comprender la naturalidad del andalucismo de Rojas Marcos y la culturalidad del valencianismo de Manuel Brosseta. Un domingo de mayo de 1974 visité a Enrique Tierno Galván, en su domicilio de Ferraz, para que leyera el documento unitario y asistiera a una inmediata reunión, en el hotel Lotti de París, con Santiago Carrillo, Rafael Calvo Serer, un delegado del PNV, Josep Andreu, por la Asamblea de Cataluña, y don Valentín Paz Andrade. A medida que iba leyendo el texto su cara demudada del pajizo seco al blanco cerúleo. Hasta que, antes de terminar, explotó en un borbotón de angustia y miedo: “Ã?¡Pero esto es una revolución!”. Mi sonrisa de ironía le humilló. “Claro, no se trata de una revolución social, no hablo por mí, estoy de acuerdo con el contenido, sólo es cuestión de lenguaje, deberíamos de suavizarlo.” Por otros derroteros que le parecían menos ridículos añadió: “No creo, de otro lado, que a mi partido le convenga aparecer ahora de repente cogido de la mano del partido comunista y del Opus Dei, tengo que pensarlo con más calma.” Era fácil de rebatir: “Franco está enfermo, Pablo Castellanos y Gil Robles preparan una plataforma de la oposición con exclusión del PC y tu partido, seguramente se negarán a integrarse en nuestra unión, aprovecha esta oportunidad para situarte a la izquierda del PSOE y lograr el reconocimiento de la Internacional Socialista. Me propongo presentar nuestra unión, ante la opinión internacional y el Parlamento de Estrasburgo, como la alternativa democrática a la dictadura. Adelántate a la muerte de Franco y al PSOE.” Conocía muy bien a Tierno. Como persona, como intelectual y como político. Siempre he desconfiado de las personas que hablan como escriben. En un francés lo disculpo por la tradición que ha hecho admirar la brillantez y la precisión de la expresión oral en la conversación ordinaria. Pero entre nosotros, como en Inglaterra, la pedantería oculta vicios del carácter y desdoblamiento de la personalidad. El alma tortuosa de Tierno la ocultaba su palabra suave y la delataba su cuerpo violento. Su cobardía rayaba en el delirio, y su doblez, en el arte. Su naturaleza estaba compuesta como la de los centauros. A través del pantalón, sus pantorrillas se dibujaban como las de un sátiro. Pero su inteligencia natural, más profunda que el entendimiento del mundo social y político que le daba su confusa cultura, era prodigiosa. Si hubiese leído menos y con más discernimiento, habría pensado y escrito mejor. Su pensamiento siempre estuvo dominado por sus pasiones. Como político y hombre de partido, cuando no seguía al pie de la letra los criterios de Raúl Morodo, era una completa calamidad. Pero mis argumentos, a favor de sus pasiones de rivalidad con el PSOE y Gil Robles, más fuertes en aquel momento que su miedo genético, inclinaron el precario fiel de su balanza y prometió asistir a la reunión de París.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (II)», La Razón, Madrid, 17 agosto 2000.)

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Preparativos de la Junta Democrática de España. «El proceso de creación de la Junta Democrática fue muy complejo y laborioso. Su concepción no salió de mi cabeza como la diosa Marte con el yelmo puesto. Cada paso que daba condicionaba el siguiente. Conociendo la falta de confianza de los partidos en ellos mismos y la morbosa susceptibilidad con la que rechazaban las iniciativas o convocatorias ajenas (llegaron al extremo de inventar la expresión “autoconvocatoria” para celebrar reuniones entre ellos), se me ocurrió la idea de hacerlos converger en un programa de acción común por la democracia política, a través de un ardid táctico. En diciembre de 1973, tras el asesinato de Carrero, llegué a un acuerdo con Don Juan de Borbón sobre la necesidad de que hiciera pública su ruptura con la Monarquía franquista representada por su hijo el Príncipe Juan Carlos, en una entrevista que le haría el diario Le Monde, bajo la condición de que todos los partidos y las personalidades de mayor prestigio en la oposición apoyaran luego por separado, en cascada, la integridad de su compromiso público en favor de un proceso constituyente de las libertades públicas, la democracia política y los Estatutos de Autonomía. Don Juan me pidió que redactara sus declaraciones y fijó la fecha de su onomástica (24 de junio de 1974) para hacerlas. Tenía pues seis meses de plazo para obtener la conformidad de los partidos a este plan de acción. En Enero de 1974, Don Juan aprobó el texto de su entrevista, donde sólo sustituyó la palabra franquista por otra más institucional. Ese texto contenía los doce puntos que deberían aprobar públicamente los partidos. Durante la estancia de Don Juan en París (febrero), concerté el compromiso con Le Monde. Y le presenté al editor de Ruedo Ibérico, José Martínez, a sus declaraciones por las organizaciones y personalidades de su entorno editorial. Entonces comuniqué a Don Juan que ya había obtenido la conformidad de los partidos nacionalistas por este orden: Jose María Lasarte (PNV), José Andreu (Ezquerra y Asamblea de Cataluña), Alejandro Rojas Marcos (PSA). Y que Valentín Paz Andrade se había encargado de asegurarse el apoyo de los partidos gallegos. Le anuncié que obtendría, a mi regreso, la conformidad de los sindicatos CCOO y USO. Entonces empecé mi gestión con los partidos problemáticos por este orden: PC de Santiago Carrillo, PSP de Tierno, Democracia Cristiana de Gil Robles y Ruíz Giménez, grupo liberal de Joaquín Garrigues y PSOE de Pablo Castellano. Como no les pedía ningún tipo de unión entre ellos, ni un compromiso monárquico, sino simplemente la promesa de apoyar los doce puntos programáticos de la declaración que Don Juan haría a Le Monde, con los que estaban de acuerdo, nadie puso objeciones ni condiciones, salvo Pablo Castellano que se abstuvo de toda promesa, por no creer que Don Juan se atrevería a romper, de ese modo irreversible, con la Monarquía de su hijo. Llegado el momento de la verdad, el día 24 de Junio de 1974, por las razones o circunstancias que Luis María Anson relata con toda veracidad y exactitud en su biografía de Don Juan, éste incumplió su palabra. Pablo Castellano acertó y yo me equivoqué. Pero ese mismo día, desde que me despedí de Don Juan, anunciándole que ya no quedaba más opción para la democracia que la República, hasta que llegué al hotel de Lisboa donde me esperaban Tierno y Morodo, con otros politicos de relieve que se habían congregado en espera de las declaraciones, en ese trayecto de carretera, tomó cuerpo en mi imaginación la nueva idea. Puesto que los partidos habían aceptado los doce puntos de la declaración, podríamos superar el plan fracasado, prescindiendo de Don Juan, si los convertíamos en programa común de un organismo unitario de toda la oposición.» (Antonio García Trevijano, «Sin Don Juan, la Junta Democrática», La Razón, Madrid, 7 agosto 2000.)

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Preparativos de la Junta Democrática de España «El nacimiento a la vida política de la Junta Democrática se debió a diversos factores. Unos, de carácter objetivo, motivados en la circunstancia política. Otros, de índole subjetiva, basados en mi circunstancia personal. Los que fueron sus fundadores conocen los hechos inmediatos. No sus antecedentes lejanos. Pues lo que se fraguó en la Junta no era una idea que flotara en el aire al alcance de cualquier partido o persona decidida que la hicieran cristalizar. Lo realmente planteado en esa acción unitaria no era el problema de la presencia del PC. Eso sólo fue el aspecto más llamativo. El Régimen y el PSOE, como haría luego Kissinger con la Platajunta, lo pusieron en primer plano para producir miedo nacional y restar crédito internacional a la Junta, en tanto que símbolo político de una alternativa de Estado. Pero lo decisivo era otra cuestión, inédita en la historia europea. La de si la democracia podría ser conquistada, de modo pacífico, por la sociedad civil, y elevada al Estado, de abajo arriba, como forma de Gobierno. Esa novedosa idea se apoyaba en antecedentes que provenían de la singularidad de mi experiencia personal, y de mis conocimientos de historia sobre las causas de fracaso de las revoluciones políticas por las tradiciones oligárquicas de los notables que las promueven. La Junta sirvió a Carrillo para presentarse en sociedad de la mano de hombres tan destacados y significativos para la Iglesia, la Universidad, la alta burguesía y los prestigios profesionales, como Rafael Calvo Serer, Enrique Tierno Galván, el PNV, la empresa Huarte, el príncipe Hugo Carlos, Valentín Paz Andrade, Alfonso Cossío, Manuel Brosseta, José Joaquín Díaz de Aguilar o yo mismo. Pero cuando quedó en minoría, junto con Tierno y CCOO, la lealtad del PC y del PSP a la estrategia de la movilización popular fue ejemplar en todos los sentidos. Y la Junta triunfó, hasta el punto de conquistar la hegemonía en la sociedad civil y la iniciativa en la sociedad política, por su fidelidad a mi concepción del modo de llegar a la democracia, sin peligro de caer en la oligarquía de partidos.» (Antonio García Trevijano, «Novedad de la Junta Democrática», La Razón, Madrid, 3 agosto 2000.)

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«Sed sinceros con vosotros mismos, no tengáis miedo a sentir, pensar y decir la verdad. No imitéis a vuestros mayores, que fueron generaciones lastradas, frustradas por el miedo. Y es que no hay motivo para el miedo; el miedo está en vuestra imaginación, no en la realidad. Venced el miedo y entregaos con pasión a la libertad y al amor, que es lo vuestro» Antonio García-Trevijano

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Pedro Gallego es una mina, debería participar más en RLC, y no sólo en temas económicos. Giuseppe pinelli, muy buena la cita.Antonio Machado tiene toda la razón. República Constitucional para acabar con la monarquía de partidos y el nacionalismo. III República Española YA

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Iván

Gran diálogo y divertido entre don Pedro y don Daniel.

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