Las Filipinas fueron descubiertas por los occidentales durante la expedición Magallanes-Elcano. En 1521, Magallanes arribó a las islas Filipinas al mando de una expedición española, resultando muerto en un enfrentamiento con los naturales de Mactán, una pequeña isla perteneciente actualmente a la provincia de Cebú. Fue Elcano el responsable de finalizar la que sería la primera vuelta al mundo. Sin embargo, la colonización occidental no comenzó hasta 1565, cuando una expedición comisionada por el rey de España, Felipe II, partida de Nueva España y al mando de Andrés de Urdaneta y Miguel López de Legazpi, capturó Cebú y tomó posesión del archipiélago en nombre de España.1 Sin embargo, la presencia española se circunscribía, fundamentalmente, a las zonas costeras, escapando al control efectivo de la potencia colonial la mayor parte del territorio del archipiélago.2 Filipinas nunca fue colonizada en sentido de establecimiento de población metropolitana. El número de españoles (hasta la independencia hispanoamericana principalmente novohispanos) siempre fue muy reducido, y la mayor parte de la población siguió siendo exclusivamente indígena (si bien compuesta por etnias muy diversas) con aportación de inmigrantes fundamentalmente chinos. El mestizaje fue escaso, pero debido fundamentalmente a la penuria de la población metropolitana3 (a mediados del siglo XIX, la población española era de tres mil a cuatro mil personas; a finales de siglo había entre 12 000 y 14 000 peninsulares, ante todo funcionarios).4 La población malaya que habitaba las tierras bajas de las islas principales, el grueso de la población filipina, a la que pertenecían los tagalos, había sido intensamente cristianizada.
Durante el siglo XIX se había producido una transformación notable de la sociedad y economías filipinas, al tiempo que se había acentuado el abandono por parte de la metrópoli. Dicha transformación, ligada a la agricultura de exportación y a la liberalización del comercio, con el nacimiento de una incipiente burguesía autóctona, contrastaba con el inmovilismo de la vida política de la colonia, dependiente tanto de la administración española como del inmenso poder de las órdenes regulares, los «frailes». Esto comenzó a cambiar en la década de 1880, cuando el gobierno metropolitano intentó «recolonizar» económicamente Filipinas, con iniciativas como la abolición del estanco de tabaco (1881), con la creación de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, la Exposición Filipina de Madrid (1887) o la instauración de un arancel proteccionista (1891). Sin embargo, la intelectualidad filipina empezaba a reclamar la instauración de reformas, ciertamente limitadas, como ser considerada una provincia española o que los filipinos gozasen de los mismos escasos derechos y libertades que los españoles.
Ante estas reivindicaciones, el gobierno español se mostró incapaz de encontrar una solución política, reprimiendo militarmente el motín de Cavite de 1872 o, una vez que había comenzado la Revolución Filipina, en 1896, ejecutando al líder nacionalista filipino José Rizal.5 Fue el bloqueo de la solución reformista o autonomista la que abrió paso a otra independentista y revolucionaria, encarnada por el Katipunan, una sociedad secreta fundada por Andrés Bonifacio en 1892 que, aparte del componente revolucionario, mostraba un acusado anticlericalismo,6 fruto de la preeminencia que las órdenes regulares, los «frailes», habían tenido en la administración y la vida económica de la colonia.
La Revolución Filipina [editar]
Emilio Aguinaldo, líder de la revolución filipina y primer presidente de la República de Filipinas.
Artículo principal: Revolución Filipina.
La transformación de la sociedad filipina y la reivindicación de reformas había dado lugar a diversas revueltas contra el dominio colonial español. Todas fueron sofocadas por las autoridades españolas. La que se ha denominado Revolución Filipina, que gracias a la intervención estadounidense fue la que terminó expulsando a los españoles de las islas, comenzó el 26 de agosto de 1896 con lo que se conoce como «Grito de Balintawak». Ese día, un grupo de «katipuneros» dirigido por Andrés Bonifacio se alzó contra las autoridades españolas en las inmediaciones de la localidad de Caloocan, en los arrabales de Manila.7 Aunque el levantamiento fue inmediatamente sofocado, en días posteriores se sucedieron las escaramuzas entre katipuneros y tropas españolas en otros arrabales de Manila, en San Juan del Monte... que no tuvieron éxito. Sin embargo, la sublevación sí se consolidó en la provincia de Cavite, en el sureste de la bahía de Manila, comandada por Emilio Aguinaldo, capitán municipal (alcalde) de Cavite el Viejo, que luego sería el presidente de la efímera Filipinas independiente antes de su aplastamiento por los estadounidenses. No obstante, el arsenal de Cavite siguió en manos de los españoles. Por otra parte, en los meses iniciales de la insurrección, esta se circunscribió a los territorios más cercanos a Manila. El distrito de El Príncipe, en la Contra Costa, permaneció tranquilo.
En el momento del Grito de Balintawak, había en el archipiélago unos 13 000 soldados del Ejército español, de los que 9 000 eran filipinos.8 La consolidación de la insurrección en Cavite hizo que el gobierno español reforzase los efectivos presentes en la isla enviando 25 000 soldados más, al mando del general Polavieja, que fue nombrado Gobernador General de Filipinas a su llegada a Filipinas el 3 de diciembre.9 Con las tropas traídas de la península, Polavieja lanzó la ofensiva contra los sublevados, utilizando una política represiva en contra de los nacionalistas filipinos, con consejos de guerra y ejecuciones (como el episodio de los Trece Mártires de Cavite). En este marco, ordenó la ejecución de José Rizal, el 30 de diciembre, el cual, aunque opuesto al dominio español, había condenado la insurreción por su carácter popular y campesino.10 La política de Polavieja tuvo éxito en su propósito de sofocar la sublevación en Cavite, provincia prácticamente pacificada en marzo de 1897. Hacia julio, Aguinaldo, cercado en su cuartel general de Talisay, fue capaz, con quinientos de sus partidarios, de rodear Manila y refugiarse en la zona montañosa de Bulacán conocida como Biak-na-Bató, con lo que la insurrección se extendió por las provincias del centro de Luzón (Nueva Écija, Tarlac, Bulacán, Pampanga...). La guerra se acercó así mucho a El Príncipe, sólo separado de Nueva Écija por la Sierra Madre.11 Mientras tanto, en abril, Polavieja había sido sustituido como gobernador general por el general Fernando Primo de Rivera.12
Insurrectos filipinos en 1899.
Durante el verano comenzaron los contactos secretos entre Aguinaldo y Primo de Rivera. Aguinaldo se encontraba asediado en Biak-na-Bató y sin perspectivas de derrotar a los españoles, en tanto que el gobierno español buscaba un acuerdo que pusiera fin a la rebelión, vista la preocupante situación en Cuba y la no menos preocupante actitud estadounidense.13
Baler [editar]
El área donde se encuentra actualmente Baler fue explorada en 1572 por Juan de Salcedo, el primer europeo que visitó la zona en su periplo explorador de la costa oriental de Luzón,14 lo que los españoles denominaban «Contra Costa»,15 al hallarse en el extremo opuesto a Manila de la isla de Luzón. En 1609, misioneros franciscanos encabezados por fray Blas Palomino cruzaron la Sierra Madre y fundaron el poblado de Baler16 en la costa del Pacífico, a orillas de la bahía que tomó el nombre del poblado, la bahía de Baler, y junto a la desembocadura del río San José (actualmente Aguang). Aunque en línea recta no se encontraba a más de 150 km de Manila, la actual carretera desde la capital, que serpentea por la Sierra Madre, tiene unos 232 km.17 La dificultad de acceder a Baler por tierra originaba que las comunicaciones con la capital del archipiélago se hicieran por mar. En 1753, un tsunami arrasó Baler y se tomó la decisión de reconstruirlo media legua hacia el interior,18 en unos terrenos elevados,19 también a orillas del río San José, pero protegidos al este por las montañas que formaban el cabo Punta del Encanto, que cerraba la bahía de Baler por el sur.
Durante la administración española de Filipinas, la isla de Luzón se encontraba dividida en provincias.20 De ellas se iban desgajando, cuando alcanzaban un nivel de desarrollo suficiente, territorios que se iban catalogando como distritos. En 1818, el área de Baler fue transferida de la provincia de Tabayas (coincidente a grandes rasgos con la actual provincia de Quezón) a la provincia de Nueva Écija.14 En 1856, los territorios de Nueva Écija situados entre la Sierra Madre y el océano Pacífico fueron desgajados para constituir el distrito de El Príncipe. Las principales localidades de este nuevo distrito eran Baler, la capital («cabecera» en la terminología de la época, al tratarse de un establecimiento de bajo rango, del nuevo distrito), Casigurán (ambas en la costa, situada esta última a unos 16 km de Baler) y San José de Casignán (actual María Aurora, en el interior, a 15 km de Baler).17 Religiosos franciscanos se encargaban de la atención religiosa de la localidad desde su fundación (salvo un periodo de cuarenta y cinco años, entre 1658 y 1703, en que fueron sustituidos por agustinos recoletos).14
Situación de Baler respecto a Manila y Casigurán.
Al frente del distrito se encontraba un comandante político-militar con residencia en Baler, puesto desempeñado por un capitán del Ejército, el cual, en virtud de su cargo, era también delegado de Hacienda para la recaudación de impuestos, subdelegado de Marina, juez de primera instancia y administrador de la oficina de correos.21 En 1897 el pueblo se componía de una iglesia con la residencia del párroco adosada (habitualmente denominado «convento» en la Filipinas española), la casa del comandante y barracones para la tropa, además de las viviendas de los habitantes del poblado. La guarnición permanente consistía en un destacamento de la Guardia Civil con un cabo, «europeo», y cinco números filipinos.22 Habitaban la población unas 1700 personas.23
La iglesia, el edificio más sólido del poblado, fue construida después de la refundación de Baler en 1735, con el objetivo de que resistiese los fenómenos meteorológicos extremos (tifones, inundaciones, tsunamis...) que caracterizan el área. Los muros, de metro y medio de espesor, consistían en una amalgama de pedruscos, cal y arena.24 Además de su solidez, la iglesia era un edificio simbólicamente de la mayor importancia, puesto que además de las ceremonias religiosas, era la sede del párroco, depositario de inmensos poderes no sólo espirituales, sino también temporales. Tenía una forma aproximadamente rectangular, de 30 metros de longitud y 10 de anchura, con orientación sur-norte. Tenía seis ventanas, dos de ellas en la fachada principal, que daba al sur.25 La torre del campanario era de madera y el techo, a dos aguas, de cinc. Adosada a la iglesia, a la izquierda de la entrada principal, se encontraba el convento, de diez metros de longitud y tres de anchura. A su izquierda, un corral de unos cinco por cinco metros. También en el lado izquierdo (oeste) de la iglesia, se hallaba la sacristía. Sacristía y convento estaban comunicados mediante un pequeño patio.
Comentarios
hola perul ya tienes aqui la segunda parte saludos csijuan