En el año 1929 inició su actividad productiva la fábrica de la Sociedad Cementos Portland Zaragoza "Alfonso XIII" (así denominada por tratarse de una Real concesión otorgada finalmente en junio de ese año), que estaba ubicada en el término de Miraflores en una notable extensión de casi 7 hectáreas que junto a la carretera de Castellón se extendían literalmente entre las vías del ferrocarril MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) y el minero de Utrillas, con capacidad para producir hasta 60000 toneladas de cemento al año. Esta iniciativa era resultado del impulso empresarial de algunas de las más renombradas familias del poder económico y político de la ciudad (Baselga, Mantecón, Royo Villanova, entre otras).
Esta cementera extraía los minerales necesarios para el proceso productivo (arcillas, calizas y margas), en diversas canteras de su propiedad cercanas al trazado de la línea de ferrocarril de Utrillas, y el lignito turolense utilizado como combustible era suministrado por la empresa Minas y Ferrocarriles de Utrillas, de forma que hasta tres enlaces ferroviarios aseguraban tanto el flujo de entrada de los materiales requeridos por la factoría, como el de salida de la producción cementera resultante. Una casilla de vialidad y obras de la línea de Utrillas aseguraba el perfecto estado de las instalaciones ferroviarias, y el apeadero denominado “Cementos” de dicha línea incluía una barrera donde se regulaba el paso a nivel en el cruce con el camino a la Fábrica de Cementos. El acceso principal por carretera se realizaba, precisamente, a través del arbolado y ancho camino a la Fábrica de Cementos que la conectaba con la inmediata carretera de Castellón. Entre sus modernas y sofisticadas instalaciones, la fábrica incluía una central térmica propia donde se generaba la energía eléctrica necesaria para asegurar sin altibajos la continuidad del proceso productivo.
A mediados de los años 70 del pasado siglo (1973) esta cementera cesó en su actividad, quedando desde entonces como otro icónico y representativo marco escénico en ruinas de la antigua Zaragoza fabril que se añadía al de las cercanas y también abandonadas instalaciones de la antigua Granja Agrícola, y a las de la desmantelada línea y estación del ferrocarril de Utrillas. La reconocible y destacada silueta de sus chimeneas y de otros grandes edificios del complejo fabril se incrustó en el paisaje emocional de la zona hasta que a mediados del año 1982, mientras se celebraba el Mundial de Fútbol de España y Zaragoza ejercía de subsede con partidos de las selecciones nacionales de Honduras, Irlanda del Norte y Yugoslavia, la antigua fábrica de Cementos de Miraflores fue volada mediante sonoras cargas de dinamita, quedando después de la retirada de escombros un enorme solar resultante que no desentonaba demasiado con el desolado entorno de esta zona de la periferia de la ciudad, apenas a unos minutos de su centro urbano. Entre las diversas funciones que ha desempeñado desde entonces cabe destacar la de gran aparcamiento de superficie y, sobre todo, temporal espacio recreativo donde se ubicaron durante unos años, al principio del siglo XXI, las atracciones feriales de las fiestas mayores del mes de octubre.
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