Viendo y sabiendo que el territorio del planeta lo hemos troceado en
divisiones indecibles, hagamos que dentro de cada territorio, el ciudadano
sea el verdadero propietario de pequeñas porciones de tierra donde
poder labrar, como ya expusimos con anterioridad; y hagamos que esas
pequeñas industrias propias, sean autosuficientes como para surtir de
manera controlada las necesidades de ese mismo estado donde se produce;
pero que las ingerencias externas, no nos arrebaten lo que es nuestro
por ley natural.
Máxime, si vemos que el mercado actual, es un mercado de pirañas,
donde el devorado es el de siempre, el ciudadano empobrecido. Incluso,
observen, que el mismo ciudadano del interior de ese país, aún tratándose
de los enriquecidos, está abandonado, porque las miras de los gobiernos
se encuentra puesta en el exterior, para ver la manera de cómo
enriquecerse más aún, con las vanas excusas de proteger los derechos de
sus ciudadanos.
Si ciertamente se encuentran velando por los derechos de sus ciudadanos,
¿por qué estos se ven más desasistidos en inseguridad, en educación,
en sanidad, es decir, sufren más aún la explotación y se ven más
perseguidos con mayores impuestos y más recortes?
En éste mal llamado sistema de libre mercado, sabemos que las megacorporaciones
se ven asistidas por las economías de sus países enriquecidos
de origen, porque en momentos dados reciben ayudas de miles de
millones de dólares, haciendo así imposible, la labor de que las pequeñas
industrias de los países empobrecidos, donde actúan, puedan levantar
cabeza y pierdan toda esperanza de sobrevivir. Algo tan perjudicial no
existía, cuando, prácticamente todo, era mercado interno.
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